Como mascotas ¡tiene a dos cerditos!

Marina iba contenta por la acera, creyéndose la reina del barrio.  Segura de sí misma, extrovertida, simpática; sabía que ser coqueta atraía la atención de los vecinos que salían a saludarla.

Su hermano adoptivo, Mikael, la seguía detrás con un paso más lento.  La observaba como diciendo: «y ésta, ¿quién se cree?», pero muy pronto perdía la línea de pensamiento, porque los vecinos también se acercaban a expresarle afecto.

Así es la vida de Marina y Mikael cada vez que salen a pasear calle arriba y calle abajo, en la urbanización donde viven en Levittown.  ¡Son toda una sensación!  Y son también los dos cerditos de mi amiga Wilda.

Las fotos de estas mascotas adornan su perfil de Facebook, y ella no es tímida al hablar de quienes se han convertido en los dos grandes amores de su familia.

45996686_1938789169523086_6149263058897207296_nTodo comenzó cuando a la hija de Wilda le pareció que tener un cerdito como mascota era una buena idea.  Wilda se rehusó, pensando (como quizás piensa la mayoría de la gente) que era lo más descabellado, poco higiénico y trabajoso que se le hubiera ocurrido a su hija.  Pero la campaña a favor del cerdito, en vez de morirse en el intento, lo que hizo fue coger auge.  La hija de Wilda viró la internet al revés, buscando información a favor de los cerditos como mascota, sus cuidados, desmitificando la imagen de un corral sucio y deshechos como comida, que vienen de golpe a la mente cuando se nos presenta una consideración como la de ella.

Wilda no dio su brazo a torcer fácilmente, hasta que… conoció a Mikael.  Era un cerdito vietnamita bebé cuando lo trajeron a la casa, sólo para ver qué tal.

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Mikael, el querendón de la casa.  Cortesía: Wilda Ramos

Estaba enfermito, y sin saberlo, eso fue lo que ganó el corazón de Wilda.  No, no fue pena, asegura ella.  Dice que se le ablandó el corazón al ver cómo respondía a los cuidados, y se dio cuenta de que aquel pequeño puerquito vietanamita necesitaba de ellas.

No hizo falta mucho más para que Mikael hiciera de Levittown su nueva casa.  Yo, desde luego, le pregunté: «¿Y cómo reaccionaron los vecinos?», asustada de que la presencia de su inusual mascota le hubiera costado incidentes con la policía y recursos naturales.  Wilda sonrió.  Me dijo que al principio, la reacción era de curiosidad y que probablemente las catalogaron de locas.  ¿A quién, en su sano juicio, se le ocurre traer un animalito como ese a su casa? ¡Pues a Wilda y su nena!

Poco a poco, la curiosidad fue convirtiéndose en afecto, pues los propios vecinos pudieron ver que Mikael era un cerdito tranquilo y de los más bien portado.  Y que no había que preocuparse por los olores que quizás (nos imaginaríamos) pudieran emanar de su casa, porque la condición de Wilda para darle un hogar a Mikael era la limpieza absoluta y total de cada pulgada de su propiedad.

No fue necesario repetirlo mucho.  Su hija, que vive feliz de tener a Mikael bajo su cuidado, da la milla extra para que su cerdito esté limpio y saludable, y que a su mamá no le vaya a dar un soponcio al encontrar algún desagradable «regalito» en su casa.

Mikael se puso bien y creció.  Va a un veterinario especializado y lo tratan como a rey.  Conlleva ciertos cuidados tenerlo, porque su piel es delicada y se reseca, y más bajo el sol boricua.  También velan su dieta, para que no engorde.  Es más, en algún momento su veterinario hasta lo encontró «un chililín» bajo peso.  ¿Qué come? Tiene una dieta chic: frutas, vegetales, meriendas bajas en todo lo que engorda, nada de sazón y menos de cítricos. IMG-20181109-WA0027En fin, es un vietnamita vegetariano, que disfruta de ser independiente y tener su espacio.  Sí, porque tiene una personalidad bien definida… es cariñoso por un ratito, y luego se retira a descansar, lejos de los bullicios y de que lo molesten.

Marina llegó después.  La hija de Wilda, orgullosa de su gran Mikael, compartió fotos de su mascota, las que llegaron a manos de un criador de cerditos, y el cuento largo corto es que conocieron a «la nena» y ya no hubo vuelta atrás.

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Marina, el día que llegó a su casa adoptiva.  Cortesía: Wilda Ramos

Me cuenta Wilda que en una ocasión la encontró parada en medio del pasillo, sin moverse, mirando su reflejo en el espejo pared a pared que tiene.  Volteba su cabeza de un lado a otro, como chequeándose de que estaba lo suficientemente guapa para enfrentar el día.  Wilda pasó demasiado cerca y tropezó con ella, y Marina se molestó.  ¿Cómo se atrevía a interrumpir su sesión «espejito, espejito, dime quién es la más bonita»?

Wilda se reía recordando el acontecimiento, y alaba la gran cualidad de los cerditos de ser inteligentes.  Mucho más que los perros, dice.  Y mucho más cariñosos, asegura.

«¿Cuesta caro tener dos cerditos como mascotas?», le pregunté.  Ella dice que no mucho más que tener una mascota doméstica «tradicional», como un perro o gato.  Revela que gasta un promedio de 60 dólares mensuales en comida seca, y que el resto no le hace un roto en el bolsillo, porque en su casa ahora todos son prácticamente vegetarianos.  ¡Claro que no se come cerdo en esa casa!  ¡Faltaba más!  Y esa, precisamente dice Wilda, es una de las mayores lecciones de tener estas mascotas que no son la norma.

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«Te hace más sensible y te hace crear conciencia de que, aunque es un animalito, es también un ser que se da a querer y se debe respetar», me explica solemne. 

Claro, al principio, a sus familiares les costó hacerse de la idea de los cambios que impulsaron estas mascotas.  En las reuniones de sus allegados, Wilda y sus hijas se abstenían del lechón y otros platos que las confrontaban con sus querendones que habían dejado en casa.  Y como a muchas personas no se les hace fácil entender que eres diferente, a veces abordaban el tema con uno que otro chistecito, no para burlarse, sino como excusa para que ella les explicara por qué sentían tanto afecto por sus cerditos.

Wilda dice que todas en su casa han hecho un esfuerzo para entrenar a Mikael y Marina a portarse bien, es decir, a ser tranquilos y obedecer ciertas normas.  Si reciben una visita que no sabe de sus cerditos, jamás imaginarían que esos dos viven allí.  Así de limpia y sosegada es la vida en casa de Wilda con sus animalitos.  Pero Mikael y Marina ¡se las traen!

Dentro de las anécdotas que me compartió sobre sus mascotas, me dice que en su casa no se puede dejar comida a una altura que ellos puedan alcanzar.  ¡Les encanta comer!  Y si te descuidas, agarran lo que esté a su alcance y echan a correr.  Claro que causa risas imaginarlo.  Y ella atesora esos momentos con ternura, siendo evidente que les perdona las travesuras, porque se han ganado su corazón.

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Le dicen: Mikael, «El Puma». Cortesía: Wilda Ramos

Me cuenta además que a Mikael le dicen «El Puma», en clara referencia al cantante José Luis Rodríguez, porque su pelaje es negro y sedoso, y le recuerda al artista venezolano.  Y yo imaginándome a Mikael con su cabeza sobre la falda de Wilda en el sofá, mientras de fondo se oye: «Dueño de ti, ¿dueño de qué? ¡Dueño de nada!»

¡Ay amiga, qué genial tu historia!

Pero no todo es miel sobre hojuelas.  Cuenta Wilda que el año pasado, un par de semanas después del huracán María, pasó las de Caín para poner a salvo a su tropa.  La zona donde vive sufrió de inundaciones repentinas tras el ciclón.  Un día, en medio de una de esas emergencias, tuvo que hacer malabares, porque desde luego sus animalitos percibían que había peligro.  Y bueno, son unas mascotas poco portátiles (no son exactamente chihuahuas de bolsillo), así que entre el susto, la lluvia, los motetes y tratar de meter a su familia, a Mikael y a Marina en su auto y con el agua a la cintura, vivió una pesadilla.

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Mikael, posa curioso para la cámara.  Cortesía: Wilda Ramos

Los cerditos estaban bien exaltados, porque además de todo, no soportan los ruidos.  Su audición es muy sensible, y el ruido de los «wipers» y de la fuerte lluvia cayendo los tenía nerviosos.  Los dos querían estar en la falda de su madre adoptiva, y ella tratando de ponerlos a todos a salvo.

Finalmente, entre una cosa y otra, llegaron a un refugio.  Orgullosa de ellos, me dijo que NADIE se había dado cuenta de que la acompañaban sus peculiares mascotas, porque lograron calmarse y portarse de maravilla.  No fue hasta que alguien los vio, que señaló con emoción que habían llegado dos cerditos y de inmediato se robaron el show.

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Marina juega con su hermanita adoptiva, Khala, un perrita sata.  Cortesía: Wilda Ramos

Así es la vida de esos dos.  Causan furor dondequiera que van.  Son dos cerditos felices, quienes tuvieron la suerte de encontrar una familia adoptiva que los quiere, los cuida y los enseña. Y como el amor siempre se multiplica, ahora Mikael y Marina tienen una nueva hermanita.  Es una perrita sata llamada Khala, con quien juegan sin tener idea de que son diferentes.

¡Qué lecciones nos dan las mascotas!  Si todos aprendiéramos a aceptarnos y a querernos por encima de nuestras diferencias, seguramente este sería un mundo mejor.

45825473_353847858519193_5808479643300265984_nGracias Wilda por compartir tu historia.  Espero que inspire a otras personas, no necesariamente a traer un cerdito como mascota a su casa (¿o quién sabe?), sino a darse permiso para ser sensibles con los animales.  También a aprender a ser solidarios con los que piensan distinto, sin necesidad de hacerlos el blanco de burlas y discrimen.

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Te deseo una excelente semana.

 

 

 

 

 

 

 

4 comentarios sobre “Como mascotas ¡tiene a dos cerditos!

  1. Doy Fe del Amor y cuidados a esas dos peculiares mascotas q todos y todas queremos!! Me disfruto las historias q Wikda nos narra sobre sus Aventuras! Una excepcional Família con mucho,muchísimo Amor para dar! Me encantó el artículo!!
    Bravo Minellys!

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